viernes, 6 de noviembre de 2015

Pablo Vergara y Aracely Romo, asesinados por la Dictadura un 5 de noviembre de 1988

La formación cristiana y su militancia en el MIR

Manuel y Luisa llegan a vivir a la población Jose Cardijn, frente a Villa Francia, en el año 1962, tuvieron 4 hijos, Pablo, Eduardo, Rafael y Ana, su refugio social y político en los primeros años de la dictadura fue la comunidad Cristo Liberador donde se hicieron amigos de muchos sacerdotes emblemáticos como Mariano Puga, Roberto Bolton, Pierre Dubois y Alfonso Baeza. Su militancia fue Cristo y en esa militancia educaron a sus hijos.
Pablo es el mayor de los 4 hermanos,”El Tiburón” como le decían los mas cercanos por su inconfundible nariz, nació el 7 de septiembre del año 1963, alto, delgado, alegre, estudioso. Sus primeros estudios los hace en la Escuela de Educación Básica N° 50 de Santiago, los estudios secundarios los realiza en el Liceo Don Bosco y en 1981 ingresa a la Universidad de Santiago donde estudia Ingeniería, es en esa época que conoce de cerca el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, donde entra a militar, sus padres aceptaron su decisión.
Su película favorita era “el Regreso del Jedi”, sentía mucha simpatía por esos ositos que hacían pequeños grandes sabotajes contra el Imperio, “los ewoks”. Por su liderazgo innato era capaz de levantar organizaciones, de mover masas, todos lo conocían como “El Maestro” porque siempre andaba enseñándole a la gente de política, de solidaridad y de ayudar al prójimo, manifestaba especial sensibilidad frente a las injusticias que se vivían a diario en época de dictadura y frente a ellas actuaba, participando activamente en las organizaciones juveniles de Villa Francia, donde se realizaban diferentes actividades, entre ellas, centros de apoyo escolar y folclórico. Siempre estaba pendiente de los demás, ayudando a sus compañeros en los estudios, apoyando a sus amigos en la población, respetado y querido por jóvenes y adultos como un líder natural.
Profundamente cristiano, entendía que debía dar su vida por su Pueblo, por los pobres, por acabar con la opresión, porque esas eran las palabras de Cristo. Su formación cristiana no podía derivar en otra cosa que no fuera un profundo amor por su Pueblo y el dolor en el cuerpo con cada injusticia que se vivía, lo que derivó que en sus años posteriores pasara a militar en el MIR, convirtiéndose en el encargado territorial del sector.
Pablo tuvo un hijo que nació cuando había dejado Chile, al que no conoció. La madre del niño que también militó en el MIR, bautizó a su hijo con los nombres de los hermanos de su padre. Amigos que lo conocieron en Argentina visitaron Valparaíso hace unos años atrás donde se conmemoró un nuevo aniversario de su asesinato, entre ellos, Pablo Bustillo, quien lo conoció cuando vivió en la zona de Quilmes, un barrio de Buenos Aires, en aquella oportunidad mencionó que Pablo no tan solo les enseñó la palabra trabajo, la palabra dignidad, la solidaridad, si no que hizo que todos aprendieran desde la práctica.

El exilio, retorno a Chile y su muerte junto a Aracely Romo

Tras el asesinato de sus hermanos Eduardo y Rafael, Pablo debió sufrir el exilio junto a su hermana Ana, estando en España realiza diferentes campañas de denuncia frente a los asesinatos de sus hermanos, luego se fueron a Cuba y desde ahí remontaron al sur, hacia Argentina, para estar mas cerca de su familia, fue ahí donde Manuel le pide que no los hiciera sufrir, que se cuidara, que no podrían vivir con otro hijo muerto. Todas las cartas y cada uno de los pequeños recados que Pablo logró enviar a sus padres durante su exilio son de tal profundidad frente al momento que estaban viviendo como familia que su estado anímico era evidente, el asesinato de sus hermanos y el estar lejos de sus padres hacen que en Marzo de 1988 sin comunicarlo ingrese de manera clandestina al país.
Pablo decía que el plebiscito del 88 sería un fraude para el Pueblo y que la única forma para acabar con la Dictadura sería a través de una rebelión popular, que era parte de la línea política del MIR. Tesis que viene a cobrar sentido y hacerse carne desde los primeros años de la democracia (con cientos de perseguidos y encarcelados y decenas de ejecutados) hasta hoy, con la herencia del actual modelo económico y social en Chile.
Pablo Vergara es asesinado junto a Aracely Romo, con quien se conoce en las comunidades cristianas, compartiendo un mismo espíritu revolucionario y cristiano, que los llevó combatir contra las brutales injusticias de Chile y lo más horroroso de la Dictadura militar y por la profunda convicción en la construcción de una sociedad distinta.

Aracely, la revolucionaria 

Aracely Victoria Romo Álvarez, nace un 13 de marzo de 1962, hija de padres comprometidos con la causa popular, padre mueblista y madre con quien compartía su militancia, formaba parte de una alegre y numerosa familia. Desde niña se destaca por su capacidad para organizar y contar con una aguda visión crítica de la realidad que afectaba a sus vecinos y a su familia, situación que aportó a su sensibilización y a tomar conciencia de clase. Aracely comienza desde muy temprana edad en la organización social asumiendo un compromiso profundo y radical hacia la causa revolucionaria, por una sociedad con igualdad social y justicia plena. “Aracely fue una, mujer, luchadora incansable contra la explotación, una combatiente, disciplinada y metódica, una dirigenta social y política con claridad y asertividad en sus análisis, un cuadro revolucionario”.
aracely romo, madre e hija
De izquierda a derecha: Arecely Romo, su hija y su madre.
“La noche del 5 de Noviembre de 1988, tras una fuerte explosión cercana a una torre de energía eléctrica en el cerro Ñielol de Temuco, se encuentran los cadáveres mutilados de Aracely Romo y Pablo Vergara, militantes del MIR. La prensa difunde que murieron al colocar una bomba. Los grupos de Derechos Humanos evidenciaron numerosas incoherencias en la versión oficial: Las piernas de Aracely no mostraban lesiones de bomba pero desde la cintura para arriba no quedaba nada del cuerpo, lo cual es imposible suponiendo que el artefacto explotara mientras ella estaba agachada manipulándolo; Araceli vestía zapatos de tacón, impropios para una misión así; las cédulas de identidad estaban intactas pese a que los cuerpos estaban destrozados; los estopines eléctricos y detonadores encontrados no servían para ese tipo de acción; y se usó TNT del que sólo disponía el ejército. Hasta hoy el caso esta en investigación”. Extracto del Libro: Muerte y Desaparición Forzada en la Araucanía: Una Aproximación Étnica

La última carta de Pablo

En agosto de 1988, Pablo escribió las que serían sus últimas palabras a sus padres, Luisa Toledo y Manuel Vergara. La misiva, redactada en algún lugar de Chile donde permanecía desde su vuelta clandestina, la conocieron sus padres al día siguiente de enterarse de la trágica muerte del tercero y último de sus hijos hombres.
Queridos Luisa y Manuel:
Nuevamente tengo la oportunidad de comunicarme con ustedes, no así la Flaca, que sí está bien. Yo me aprovecho de este momento para decirles algo que siempre les he dicho: los quiero, los amo profundamente, soy feliz de tenerlos: sencillos, valientes, heridos (pero no de muerte), viejos o jóvenes por fuera, pero profundos por dentro. Ustedes han demostrado que el amor profundo es capaz de dar tanta fuerza, tanta, no se lo imaginan. Con altos y bajos; con luces y muchos períodos de oscuridad, que es algo lógico por lo demás.
Estamos hechos de contradicciones, esta gran contradicción de la vida, pues existe ésta, sólo porque existe la muerte. He sentido en este tiempo eso que hablaba Rafa y te carcome los huesos, te azota contra el suelo, esto de negarse hasta la locura, y luego aceptar el camino. Esto del compromiso anónimo, futuro, no con resultados inmediatos, la paciencia, la honestidad con uno mismo, primero que todo. Cada momento uno tiene que reafirmarse, levantarse, entender esto de que la buena nueva es realidad.
Les contaré que he rezado mucho, he llorado hasta tiritar, he dudado, pero también he reído, la emoción a veces me ha llenado todo mi cuerpo. Conocer tantas caras de mi pueblo, tantas cabezas gachas, tantos puños en alto, sentir esa soledad (compañera mía) pero a la vez saber que tanta gente te quiere. Que tenga un hijo, que dejé una compañera en lo de los ché, a la cual creo amaba.
No me arrepiento de nada, lo digo con sinceridad, de adentro. Soy feliz, inmensamente feliz, aunque en mi corazón los santos Eduardo y Rafael, no me dejan de golpear, me hieren, me aplastan, lloro, maldigo este régimen, esta historia, maldigo a los claudicantes, a los cobardes (precisamente porque lo soy), maldigo a los cómodos, a los felices en su mundo de mierda, su falso amor, su vida de pájaro.
Pero a la vez siento, no siempre sí, una tranquilidad. Cuando rezo termino llorando, y soy débil, estoy aprendiendo, recorriendo un camino que muchos otros recorrieron antes, los amigos caídos, los hermanos, los desconocidos, los humildes, los pobres, los postergados, los sencillos, los que no cachan una. Las miradas de algunos, como si te conocieran.
El afecto de jóvenes obreros, de mis compañeros. Los amaneceres y especialmente los atardeceres, la lluvia incansablemente consecuente, la naturaleza, los bosques, amigos del hombre nuevo, las montañas, reuniones interminables de animales prehistóricos, testigos de sufrimientos de nuestra América, esta querida América, aplastada, acostumbrada por encima, pero que se ha levantado, Cuba, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Perú, Colombia, Panamá; frutos y flores a punto de dar lo que tienen que dar.
Este camino es irreversible. Pero es un caminar de tanto sufrimiento, una vida es tan insignificante y tan universal a la vez. El aporte que uno haga es tan pequeño pero grande a la vez, tu vida se hace cada día más dura con más exigencias, pero a la vez la capacidad de amar se agiganta, gracias a esto continuamos luchando, viviendo, comiendo, venciendo la apatía, la flojera mental, el cansancio del corazón. Estamos en un período muy duro, pero es urgente vivirlo, asimilarlo, crecer para luego sentirte pequeño y verte, sentirte obligado a asumir otro peldaño de este caminar.
Creo que he descubierto mi vida, como algún día la haré plena, pero no quiero sentirme lejos de mis amigos, de mi gente; de hecho estoy con ellos, los siento en su sufrimiento, los miro sin que se den cuenta y me digo: estos son los míos?. Descubrir la cara de Eduardo y la cara de Rafael, la cara de Miguel, de Mauricio, de Arturo, de José Manuel, de Manuel, de Santiago, de Bautista, de tantos y tantos.
Estoy orgulloso de la sangre que corre por mis venas, de todo lo que llevo adentro, de todo el amor que he recibido, del odio que recibiré tal vez algún día, que será sólo la confirmación del amor: arma peligrosa, el querer amar es un camino sin fin para nosotros mortales, pero que debe, tiene que ser fruto de más amor, más felicidad para un mundo que cambia, está cambiando. Como nosotros cambiamos, como ustedes han cambiado, como yo he cambiado, la Flaca… y tantos que han cambiado y seguiremos cambiando, para bien o para mal; tal vez en algún momento seremos débiles y querremos no seguir cambiando, será el fin de un caminar pero Dios nos dé la fuerza para que eso no pase. La felicidad nuestra, parece, es precisamente todo lo que está pasando.
Fuimos muy felices en la familia, demasiado, debemos pagar a nuestro pueblo ahora esos momentos, en este mundo nada es gratis (término mercantil), menos el amor. Si queremos amar debemos precisamente sufrir, sufrir hasta que demos más, hasta que se extingan nuestros cuerpos. Creo allí entenderemos el milagro del sufrimiento, del sentido del amor, de esto que carnalmente es inentendible, por eso no podemos negarnos a esto, los ¿por qué?, los miles de ¿por qué? que nos hacemos los iremos entendiendo, pero surgirán otros.
Nos estamos recién asomando a una especie de descubrimiento, pero que no es nada de nuevo, tan sólo estamos asomándonos a un espacio que pocos conocen. La mente humana, el corazón son elementos tan complejos, tan simples al parecer, pero debemos explotarlos, estirarlos y apretarlos como también acariciarlos. Esta nueva vida que se asoma a veces no la quiero, la rechazo, pero es negarme a mí mismo, a mi sangre, a mi cara. He aprendido a conocerme, a estudiarme, conozco cada día más mis virtudes pero mis interminables debilidades me quieren siempre arrastrar atrás, al pasado, a lo que viví plenamente; lo que a veces creo haber superado, luego surge nuevamente. Siento a menudo que soy in merecedor de todo lo que he vivido, reniego de mis defectos, me tengo lástima, pero después me digo puta gueón, por quién llorái, por los que quieres o por ti?. Creo que las dos cosas son correctas, pero es algo que me preocupa permanentemente, pues el sufrimiento mayor es el de un pueblo aplastado por siglos; la sangre de los caídos y el sufrimiento de mi carne a veces me enceguece, me alegro de conocer, de sentir esto. El Rafa vivió algo así, claro que mucho más profundo, fue, es un elegido, estoy convencido. Y Eduardo, mi querido hermano, con toda su bondad, su sencillez extrema, cosa que yo no he superado. Eduardo está donde está porque así lo quiso la historia y nuestro Dios; su cara de niño me mira siempre, me alienta a seguir. Pero es él quien me identifica pues éramos tan parecidos, andábamos juntos, hoy me acompaña a descubrir el camino que encontró el Rafa.
Yo lo quiero encontrar, le pido a Dios que me mire, que me dé la fuerza para hacer creer al pueblo en la libertad, en la igualdad, en lo necesario de nuestro Ejército Popular, único capaz de lograr los verdaderos cambios en un Chile de contrastes más violentos que cualquier guerra, hay que ser verdaderamente profetas de la revolución, pero no basta con querer serlo.
Entre nosotros, cuando rezo le he pedido a Dios: ¡Elígeme, con todas mis pifias, con todos mis peros, elígeme por favor!. El Jecho debe cagarse de la risa, debe decir Te falta! porque aún no me elige. En mi búsqueda personal, me gustaría tener compañera pero en realidad no la espero, si llega llegará, pero si no, creo que por algo será. Es que todo lo que tengo adentro no lo puedo vaciar con una compañera, no es lo fundamental que me falta hoy, tengo tanto que no sé si vaciar o recibir, las dos cosas.
Queridos padres, no los quiero cansar, no busco apuntar mi carta a ningún otro punto que no sea comunicarme con ustedes. La Flaca no ha podido hacerlo pero estoy seguro que ella tiene muchas cosas que decirles, que llorarles (como yo lo hago aquí).
Esta carta es para decirles los pensamientos que me cruzan. En pocos meses he crecido más que en mucho tiempo. Estoy maduro, me siento maduro, ya estoy perfilándome como adulto, como un revolucionario que quiere, que busca, que tiene mucho por atrás, alegrías y tristezas.
Odio los momentos vacíos, cuando pierdo el tiempo. Les contaré un secreto: hay una plaza cerca de donde vivo, todos los días paso por allí, le puse Plaza Hermanos… (poco original), pero es mi plaza, ahora estoy buscando qué árboles serán el Eduardo y el Rafael. Hay muchos pajaritos y ahora empiezan a salir los brotes, en primavera será maravilloso, mi querida plaza, allí voy cuando me siento mal. Es mi espacio, allí me encuentro secretamente con los chiquillos, hablo con ellos, me digo a veces ¿No estarís loco?.
Claro, esta tarea, esta lucha es de locos, los locos del amor. He visto tanta miseria, tanta injusticia que realmente al ver la televisión digo: este país es una locura, el imperio de la mentira caerá por la fuerza de una realidad que está aplastada, que nacerá, estoy seguro. El camino está trazado… ¡Ustedes lo dijeron!.
¡Con mucha fuerza!
¡Con esperanza en un futuro que nosotros vivimos como familia!
Los saluda, los quiere su hijo, el regalón.
¡Me alegra lo de los comités contra la impunidad, que vivan!
Este hombre que les escribe, es el mismo niño que criaron y tiraron al mundo, sigo siendo niño, espero no defraudarlos, amados padres. Nosotros estamos bien, es difícil que tengamos problemas. En el próximo año la cosa se pondrá más dura, ahora todo tranquilo. Los amo.